Se trata de un dispositivo que sirve para eliminar los efectos de oscilación producidos por un muelle. Al pasar por un bache, los resortes almacenan una cierta cantidad de energía, que, posteriormente, restituyen a través de balanceos. Los amortiguadores evitan que la carrocería del vehículo oscile continuamente -controlan los vaivenes transformando en calor la energía que acumula el muelle-, disminuyen las variaciones de la carga dinámica de las ruedas y evitan que éstas salten sobre el suelo, proporcionando comodidad y seguridad. Su principio de funcionamiento es sencillo: un pistón, unido a la carrocería a través de un vástago de fijación, se desliza en el interior de un cilindro ligado a la rueda y lleno de un fluido (aceite o gas). Una serie de orificios calibrados en el pistón permiten el paso del aceite entre las dos partes en las que queda dividido el cilindro, frenando así la oscilación del resorte en función de la resistencia que ofrece el fluido al pasar por los orificios Existen varios tipos de amortiguadores: 1. De dirección: Se monta en algunos vehículos ¿especialmente todo terreno- al final del árbol de la dirección, con el fin de absorber posibles vibraciones que se producen en las ruedas durante la marcha. 2. De vibraciones: También conocidos como Damper, son unos dispositivos colocados en los extremos del cigüeñal para evitar que éste oscile. Absorbe gradualmente la potencia almacenada en forma de torsión del cigüeñal, lo que impide su deformación 3. Magnetoreológico: El fluido presente en el interior de estos amortiguadores está compuesto de aceite y microesferas de hierro en suspensión, por lo que tiene propiedades magnetoreológicas, es decir, cambia sus propiedades físicas cuando se le somete a un campo magnético. En el interior se incorpora un pistón con una bobina y el campo magnético creado por ésta hace cambiar la resistencia a fluir del propio aceite entre los orificios del pistón, modificando su tarado (dureza) en milésimas de segundo, dependiendo de la corriente eléctrica que alimenta a la bobina. Es necesario revisar los amortiguadores cada 20.000 km o una vez al año: si están en mal estado, las distancias de frenado aumentan considerablemente. Además, se pierde antes el control del vehículo en las curvas, aumenta el riesgo de aquaplaning, las oscilaciones de la carrocería son mayores y se produce el desgaste prematuro de otros elementos del vehículo, como los neumáticos o las rótulas.